Escribe: Antonio Escobar Mendivez
No sólo la tristeza que habita las colinas
del pobre, no sólo la rabia y el sufrimiento
que guarda en sus bolsillos,
ni las lágrimas,
ni sus pasos cansados,
ni sus manos callosas, sino el rumor del hambre
el rumor de sus tripas sonando,
como truenos,
como piedras cayendo de cerros,
primero lentamente,
lentamente
y después el bullicio.
Rumor que se llanto
en los ojos del pobre
y protesta en los hijos pequeños
que lo sienten viviendo,
latiendo en sus adentros;
pero no saben cómo ni porqué existe el hambre.
Rumor que se hace angustia en la madre,
lágrima quemante en sus ojos dulces,
al escuchar al hijo pidiéndole alimento:
viento frío de muerte,
impotencia,
cuarto cerrado
picana,
cárcel.
Rumor de río creciendo, el hambre, compañera;
viniendo con sus aguas turbias,
cargadas de raíces,
con peces muertos,
con espinas...
y los bolsillos rotos por donde cae mi pena hecha un ovillo.
Pero no sólo el hambre,
no sólo la miseria rondando,
acorralando,
hincando,
también el hombre explotador,
el que genera el hambre,
el que pisa dignidades,
el que dice "¡oye mierda!" al hombre limpio
que gana una miseria de dinero
con sudor y llanto:
el campesino,
el obrero,
el "golondrino"...
Escucha hombre,
el rumor del hambre,
saliendo,
subiendo,
creciendo hacia las playas de la angustia,
avanzando por las calles del mundo,
de los que tienen menos, no de los ricos,
no de los pituquitos que caminan
abrazando a sus novias olorosas;
el hambre, abraza al pobre,
el avaro, sus negras monedas
y crece el rumor del hambre,
hasta los huesos duelen,
el hambre duele.
Cuando el hambre,
ladrando de hambre muerda
a aquellos que no escucharon nuestros gritos,
nuestros ruegos,
nuestros llantos,
harán cola buscando presurosos,
que alguien les vacune su hidrofobia
lunes, 9 de abril de 2007
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