Por: Antonio Escobar Mendivez
Su sonrisa de azucena
de un niñito juguetón.
le cogí del corazón
para quitarme una pena.
Y la estampé en mi camisa
como si fuera una flor
para quitarme el dolor
que mi corazón atiza.
Fue brillando en los caminos
como la luz de la luna,
esta mirada oportuna
con su resplandor de trigo.
Tengo en mis manos la fe,
la dulzura del paisaje
y de Dios tengo su traje
que va guiando mi pie.
¡Cómo brilla la corola
de la risa de este niño,
tiene del cielo el cariño
y un mar con sus blancas olas!
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