Antonio Escobar Mendìvez
Mi pueblo parecía dibujitos de niños inocentes
con sus ojos vivaces y sus manitas tiernas
Sus tardes transcurrían
como el agua en las acequias,
en tanto tú coloreabas
tu rostro de manzana.
Fuimos dos calles canoras
dibujadas con huellas de inocencia.
La vida nos cogió de las manos
y tu cuerpo fue fogata fragante
para mis ojos tristes.
Ahora que soy árbol
me cuajan tus sonidos,
tus crepúsculos,
la humildad de tus manos.
Hombre común y silencioso,
en mangas de camisa,
acaricio tu voz de golondrina
en el cielo estrellado
y la serenidad de tu mirada.
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