sábado, 24 de marzo de 2007

LAS MUJERES Y LOS LIBROS

Correo de Salem 398
Por Eduardo González Viaña (*)

La noche de la Edad Media duró mil años. Durante ella, fueron los monjes quienes preservaron contra la barbarie el más maravilloso signo de la civilización humana, los libros.

En nuestro tiempo, no sabemos cuánto va a durar este canibalismo utilitario que se llama globalización, pero es evidente que los libros son cada día menos importantes. Y sin embargo, sabemos quienes están guardando para el futuro los bienes fascinantes de la lectura… Son las mujeres quienes lo hacen.

En la librería Barnes & Noble de Fort Lauderdale, Florida (954-723-0489), hoy 8 de marzo a las 7 y 30 de la noche, Freda Mosquera va a presentar mi novela EL CORRIDO DE DANTE ante su círculo de lectura.

Hace 15 años, la escritora colombiana y otras diez damas residentes en el norte de Miami, decidieron leer un libro cada mes y juntarse cada segundo jueves para comentarlo. Hoy pasan del centenar y son, en su mayoría, mujeres. La grata obligación mensual ha producido algunos resultados: Colmó de libros las bibliotecas hogareñas, estrechó los lazos familiares e incluso devolvió el uso de la lengua castellana a muchas personas que, durante décadas, no la habían usado ni siquiera para hablar.

Cada miembro del grupo recomienda el libro del mes a por lo menos otros diez amigos, y éstos por su parte hacen lo mismo con otros diez, y así la pirámide prodigiosa ha multiplicado el consumo de libros en castellano en Barnes & Noble, una casa que sí los sabe vender.

Por cierto que el primero en llegar esta noche a la librería seré yo, pero, debido a las distancias, eso no ha ocurrido con los otros 46 clubes – todos dirigidos por mujeres -que leyeron EL CORRIDO DE DANTE en los Estados Unidos en estos cinco meses que van desde que Arte Público, University of Houston, lo editara.

Sin embargo, hemos conversado “en vivo y en directo” a través del chat y de la camarita de video. Vale decir que para leer EL CORRIDO DE DANTE hemos usado los mismos medios de la modernidad que, supuestamente alejan a la gente de los los libros.

Mañana, 9 de marzo, a las 8pm, participaré en la sesión del grupo que discute los viernes en Miami y que dirigen las peruanas Patty Scerpella y Pilar Llosa (305-251-1173). Y hace menos de un mes usé el chat para responder a las 77 damas de Boston que me habían leído y estaban congregadas en la casa de Zoila Ricciardi.

El fenómeno no ocurre solamente en USA. En los dos últimos meses, he conversado y tomado café con varios grupos femeninos en el Perú. El que en estos momentos recuerdo es el que dirige Inés Guerra de Guijón. Ella se ha pasado casi 70 años vendiendo libros en la “Librería Peruana” de Trujillo, y fue quien vendió el primero de los míos que publiqué antes de ser ciudadano hace mil años.

Inés vende, fía o presta los libros. La semana pasada, estuve en su casa tomando té y comiendo alfajores y bizcochos Castañeda mientras me acometían con preguntas unas 25 damas que habían escudriñado en Trujillo EL CORRIDO DE DANTE.

¿Será casual todo esto? Si ustedes creen que lo es, averigüen qué porcentaje de los alumnos de los departamentos de literatura son alumnas, y acaso se encuentren con con una cifra cercana al 80 por ciento, que corresponde a mi propia constatación en las clases que dicto de esa materia.

El 8 de marzo de 1917, una manifestación masiva de mujeres rusas protestó contra la guerra y precipitó la caída del zar. El 8 de marzo de 1908 en Nueva York, las obreras de una fábrica textil reclamaron que el día de trabajo tuviera 10 horas en vez de 16 que era lo usual. Los dueños quemaron la fábrica y quemaron vivas a 129 mujeres. En la Conferencia Internacional de Mujeres Socialistas, la alemana revolucionaria Clara Zetkin demandó que el 8 de marzo fuera el Día Internacional de la Mujer para reclamar los derechos políticos, civiles y económicos de todas las mujeres en el mundo. Este 8 de marzo del 2007, se me ocurre pensar que el mundo debe algo más a las mujeres. En uno y otro lado, los círculos de lectura –generalmente dirigidos por ellas- nos están preservando de la barbarie materialista propia del capitalismo salvaje mientras nos ofrecen libros junto a humeantes tazas de té, miradas extasiadas y deliciosos bocadillos.

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