Antonio EScobar Mendivez
Pudo llamarse lirio,
lámpara o estrella. Quizá debió ser liana,
para atar su figura
a mis latidos. Por su olorosa esencia,
debió ser un jardín lleno de rosas,
un panal,
donde bebí goloso
su dulzura. Con ella fui aprendiendo
el alfabeto de los días, l
a A del amor,
con sus palabras buenas
y la Z del zumo oloroso
de su corazón,
hoguera eterna. Así aprendí que el amor
es lámpara votiva
alumbrando los caminos del mundo.
viernes, 17 de agosto de 2007
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