Antonio EScoabr Mendívez
El mar nos acogió con un festín de olas,
escuchamos las voces de los peces
como cantos de amor al universo.
Escuché ebriamente tus palabras,
aleteo de guanayes tiernos,
mirando rubricar en el cielo,
a pardelas alegres,
la eternidad del beso.
Loco de caracolas y sardinas
guardé el cielo en mi alma,
revisando aberturas para que no saliera;
dibujé con las nubes mi destino,
roturé tu jardín para sembrar estrellas
y cosechar tu luz en mis ensueños.
Fui dichoso cual árbol
poblado de aves y de nidos,
echando mis raíces en tu alma
incendiada de ternura.
Caminamos como el sol con el día,
robándole al amor su claridad sagrada,
su risa desgranada al mediodía,
con la esperanza de ser como la brisa
o la bondad del pan
en la boquita trémula de un niño.
viernes, 31 de agosto de 2007
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