sábado, 18 de agosto de 2007

Antonio Escobar Mendívez


Eres luz, en la huella hacia la aurora,

también aroma,
con el aire cotidiano,
estructura amical
para mis manos torpes,
risa de ave
sobre el árbol tenue.
Senderos de bondad tienen tus ojos,
espejos donde el tiempo pinta tu alma
de niña alegre y tierna;
arroyuelos donde mi voz se nutre,
para tejer un canto.
¡Mira el cielo estrellado y pinta con tu risa la esperanza!
Primavera trenzando aromas,

para el alma cantando en tus raíces:
¿Dónde empieza tu pétalo, tu rama?
Agua para mi sed, luz para el mundo,
eres el mar con una playa inmensa,
crepúsculo encendido para la noche.
El aire juega con tus cabellos

y sus manos de nada
tejen una caricia.
En el cuenco de tus manos,

la luna bebe un bálsamo
para la soledad.
A la vuelta de una estrella
te miro solamente.
Ola reventando en mis ojos.
Zozobra entre el crepúsculo la tarde
e invade de luceros los caminos,
de luciérnagas, la luz; tu voz
canta
amotinada en el tiempo.

Alza hasta aquí tu vuelo de paloma
y dime dónde el canto se detiene,
en qué trino de luz,
rama de viento,
en qué suspiro rojo,
dibujando en tus labios
dos cerezas.

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