sábado, 11 de agosto de 2007

Antonio Escobar Mendìvez


¿Por qué la duda,
pedacito de cielo,
golondrina volando en el crepúsculo?
¿Dónde está el aroma infinito de tu pelo?
¿Tus pisadas de luz en mi sendero?

Mira las ventanas del cielo,
la garúa sobre la piel temblorosa.

Mañana han de estar tristes los manzanos,
las aves olvidarán sus nidos,
entre los recovecos de las ramas
y su piar, dolorosa letanía.

Gozosa sensación de aliento de neblina en la mañana fría
para tu piel de raso,
o el pasto que se quiebra debajo de tus pasos
para acariciar la distancia,
tu perpetua sonrisa
o tu seriedad de adolescente asustada

Las rosas deshojarán aromas,
las nubes ovejitas mansas en el lomo del cielo,
el sol ablandará su luz para tocar tu piel de porcelana.

Déjame recorrer con palabras, tu geografía de paloma
para el retrato de tu rostro en mi retina.

Crepúsculo asustado y tembloroso,
las garzas vuelven a calentar sus nidos y soñar pececillos
o diseñar lagunas pobladas de langostas;
mientras sigas siendo nube en el cielo de la ausencia.

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